diumenge, 9 d’octubre del 2016

Cap. 3800: Carta de Francesc Arderiu (soci 2340) a los prohombres y socios del club [II]

Toda esta desdichada politiquería me lleva de la mano a la triste contemplación del Barca de estos últimos años. Un Barça alocado y enfervorizado cuando logra victorias que por el escasas e insólitas parecen que no tengan que estar a nuestro alcance. Un Barça triste y, conformista y sin nervio, frente las caídas y avalanchas deportivas; prolongadas a través de años y de competiciones sin premio. Un Barça donde los personalismos y los "fulanismos" tienen todas las posibilidades, exentas, muchas veces de los más elementales sentidos de responsabilidad y de respeto. Un "Barça" donde los principios y el espíritu de la más sencilla y honesta deportividad, con los gozos y los intrascendentes que estas manifestaciones conllevan, han sido desviados y manipulados inconscientemente o por insufrible aburrimiento, hacia el lado más peyorativo de la politización.
Unas Asambleas con mínimos y desinteresados asistentes que en lugar de asumir el protagonismo activo y constructivo, crítico propio de estas reuniones, se conforman a ser un muñeco manipulado y pasivamente espectador y caja de resonancia, de charlas triunfalistas. Multitud de compromisarios que deben este espectáculo al azar de un sorteo, siempre coaccionados por las "partidas de la porra" que no admiten otras intervenciones más que aquellas conformistas y aprobatorias.
Unas directivas cuál única misión es la de arropar e incitivar a sus respectivos presidentes a quien, al fin, deben el cargo. Directivas, por otra parte, débiles y desmoralizadas cuando las cosas no salen como ellos han calculado. Presidentes todopoderosos, por el hecho de su propia y mesiánica ascensión al cargo, que ignoran o no votan saber que la soberanía del Club corresponde a sus socios, de los cuales ellos son o deberían ser unos respetuosos mandatarios. Pequeños autócratas que olvidar que en todo Napoleón llega siempre su Waterloo.

Un espejo de sentimientos

Y es todo esto debe acabar. El Barça ses nuestro estimado y entrañable juguete, es nuestra honesta y apasionada distracción, es nuestro afán de los domingos y de las tertulias de café, pero también es el espejo donde se refleja el sentimiento y la personalidad de los catalanes. Nos ha costado muchos años construirlo y mucho dinero mantenerlo. Y no nos dejan disfrutarlo como nosotros quisiéramos. Debemos ver año tras año, como manos torpes y con intereses mezquinos nos lo trastean, nos lo dañan y no los destrozan

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